Llego
casi un año tarde y odio la impuntualidad. He estado muy ocupada desmontando y montando vidas. Espero que lo entendáis.
Os pido perdón, sobre todo a los que os habéis asomado por
aquí por si había novedades y seguíais encontrando lo mismo. Prometo que cada vez que he comido jamón o cada vez que me he sentado en una terraza a tomar una caña con patatas fritas de las buenas, una parte de mi se acordaba de Curra.
Vuelvo
a escribir porque os lo prometí, pero sobre todo porque tengo ganas, lo echo de
menos. No
tengo ni idea de lo que os voy a hablar, esto empezó siendo un blog en el que os
contaba mis batallas en Miami, y ya no vivo en Miami (a Dior gracias).
Mi
mente lleva en stand by desde hace ya muchos meses. Se me ocurre algo, algo que
generalmente me parece la idea del siglo, y poco a poco y sin saber por qué, va
perdiendo interés y se va desvaneciendo como el humo de un cigarro. Una y otra vez. Así que estar aquí tiene más
mérito del que imagináis.
Me
han preguntado mucho por Curra, a veces personas que ni sabía que me leían, y
reconozco que me ha hecho ilusión. Resulta que la echamos de menos, así
que, aunque ya no vea delfines por la ventana, ni viva en una planta 24, ni
tenga un tremendo médico por vecino, he decidido que seguiré apareciendo
por aquí de vez en cuando. Veremos a ver que pasa. Tal vez ahora pueda
hablarles de Madrid a los que viven en Miami, la Castellana también puede ser
muy exótica. Además solo cambia el decorado: el Currante sigue viajando igual que
el Sr. Fog, Currito ya tiene equipo de fútbol y mejores amigos, y Currita sigue
con sus cosas de Currita. La novedad es Paquita, y aviso que puede dar mucho
juego.
Parece
que la vida pasa más despacio cuando la miras desde la ventana de un taxi. Tuve
esa sensación al llegar a Madrid, tal vez solo quería saborear ese momento: por fin volvíamos a casa. Estaba feliz. Cogía aire y lo soltaba despacio cerrando los ojos... Por fin... Por fin Madrid... (Por fin jamón a dolor...)