miércoles, 24 de septiembre de 2014

Alarma

Ayer me despertó la alarma de incendios a las 4.30 de la mañana. Casi palmo del susto, y no precisamente por miedo a que hubiese un incendio, si no por el ensordecedor ruido que emite el cacharro.
Cada casa tiene un altavoz en el techo del salón que suena como si se hubiese metido un camión de bomberos dentro, es una locura.
Como decía, la alarma ha sonado a las 4.30; me he levantado, he visto que los cachorros no se han inmutado, pasados 2 minutos ha parado y me he vuelto a la cama.
Hoy, después de comer, ha vuelto a sonar, pero esta vez una señorita encantadora nos ha comunicado que era una falsa alarma. Por si eres sordo o por si pretendías echarte la siesta ha tenido la delicadeza de repetirlo tres veces en dos idiomas (estilo aviso de aeropuerto, para que os hagáis una idea).



Todo esto me ha hecho recordar cuando acababa de llegar a esta casa y también un medio día la alarma de incendios empezó a sonar. Estábamos Currita y yo solas. La pobre Currita dormía, y yo me asusté de verdad (no como ahora que me resbala). De repente me vi como en “El Coloso en llamas”, siendo salvada por un helicóptero después de haber estado a punto de morir a la parrilla… Pelín exagerada, vale.
Salí por patas, cogí a Currita en brazos, y me dispuse a obedecer las ordenes que la encantadora señorita nos daba por megafonía: salgan de sus casas, abandonen el edificio, no utilicen los ascensores, hay una alarma de incendios en el edificio.
Este mensaje lo repetía una y otra vez en dos idiomas y con el sonido de una sirena de fondo. Para cagarte de miedo, os lo aseguro.

Al salir no olía a quemado ni pude ver humo, tampoco vi ningún vecino fuera. Pero yo, me dispuse a bajar las 24 plantas que me separaban de la salvación, andando. Así que empecé, un piso, y otro, y otro más, y otros 5 más, y otro más… De vez en cuando me asomaba a los ascensores por ver si veía a alguien, pero estaba más sola que la una. Sí, me mosqueaba pero yo tenía que llegar abajo y salvarnos. Las 10 últimas platas creí morir. Currita pesaba un huevo y medio y yo estaba bajo cero en forma física. Cuando por fin parece que llego al final, en la plata cuarta más o menos, vuelvo a escuchar a la encantadora señorita, esta vez con otro mensaje:
- Ha sido una falsa alarma, pueden volver a sus casas.

Me senté en las escaleras, abracé a Currita y me sentí la mujer más gilipollas del mundo.
Estoy segura que aquel día una servidora y su hija fuimos las únicas que movimos el culo de nuestra casa.
Y os aseguro que desde aquella vez, si suena la alarma, (que suena una vez al mes mínimo), espero, espero, espero y al final siempre la encantadora señorita me dice que no haga ni puto caso. Y yo, obedezco.





martes, 16 de septiembre de 2014

Fútbol, fútbol, fútbol

No me gusta el fútbol. No me gusta nada. Prefiero fregar los platos o incluso planchar antes que ver un partido. No conozco a ningún futbolista. Bueno sí, a dos: a Iker y a Casillas. Vale, era una broma, pero conozco a alguien que de verdad lo cree así. Iker es uno y Casillas otro.
Tampoco sé nada de fútbol, ni qué es un penalti, ni un fuera de juego, nada. Nada de nada, y hasta ahora he vivido muy feliz así.

A lo que voy. Mi pequeño Currito no sólo sabe que Iker Casillas es el portero de su selección y el de su equipo favorito, si no que también es capaz de numerarte la selección de Haití de memoria, por poner un ejemplo… Le pirra el fútbol. Pero le pirra, le pirra. Le vuelve loco.
Hace unos meses cuando ponía la tele, buscaba sus dibujos preferidos, ahora sabe cual es canal en el que hablan de fútbol las 24 horas y ponen partidos constantemente. A él le da lo mismo quien juegue con tal de ver uno.
Y por supuesto si le gusta verlo, más le gusta jugar. Está apuntado en el equipo del cole dos días a la semana, en el de Miami Beach otros dos días y los sábados juega un partido con amigos. De locos, sí, totalmente de acuerdo.

Así que ahora me toca, con demasiada frecuencia, mirar como un montón de pequeñajos van corriendo detrás de una pelota como si les fuera la vida en ello. Y yo, como mamá, babeo un rato por ver a Currito tan feliz. Pero reconozco que lo haría igual si le hubiese dado por bailar lambada. Exactamente igual.

¿Me terminará gustando el fútbol?

Currito a punto de jugar

martes, 9 de septiembre de 2014

Insomnio

Ayer me acosté a las 12.30. No suelo acostarme tarde, pero quería esperar a ver la luna desde la terraza. Me mandaron fotos de ella desde España y pensé que merecía la pena verla porque estaba preciosa.

Me acosté para dar vueltas y más vueltas a todo lo que me ronda por la cabeza últimamente. Le daba una vuelta para un lado, y otra para el otro. Así, una y otra vez.
A las 3.15, estaba en la terraza contemplando la luna de nuevo. 
Media hora más tarde me volvía a la cama a intentarlo otra vez. Y sí, esta vez parecía que me dormía, cuando de repente, en medio del silencio escucho:
- ¡¡Mamiiiii!!
Currita quiere venirse a mi cama, y yo, que aunque no lo parezca me esfuerzo por ser buena madre, trato de ayudarla a volver a conciliar el sueño en su camita, quedándome con ella media hora. Cuando por fin parece que se ha dormido regreso a la mía. Suspiro, miro el reloj, las 5.30.
- Aún me quedan dos horas - me digo sin sospechar la que se me venía encima.

Oigo de nuevo a Currita, pero esta vez demasiado cerca. Abro los ojos y la veo a los pies de mi cama (que por cierto casi me da un infarto).
- Mami ez que no quiero dormir máz - me dice con voz de pena.
- Pero si aún falta mucho para levantarse, ven aquí conmigo – le digo tirando por la borda todo lo que había argumentado antes para que se quedara en su cama. 
Y de un salto, se me tira encima con más energía que si se hubiese tomado un Red Bull.

Después de patalearme, de hacer que ronca como un señor, de tirarme del pelo (sin querer, según ella) y de levantarse al baño 3 veces, finalmente, puede con mi paciencia.
- ¡Ya está bien!  ¡Por favor estate quieta y trata de dormir! - le digo enfadada.
Entonces ella utiliza su último recurso:
- Mami ez que me ziento mal porque zi eructo me zale el ruido por la oreja – comenta tocándose el oido con cara de perro abandonado.
- ¿¿¿Cómo??? Pero Currita eso es imposible…

Y justo cuando trataba de explicarle que los eructos no salen por la oreja… Ha sonado el despertador.







martes, 2 de septiembre de 2014

Okupas en casa

Increíble el viaje que se pegaron Paquita y sus amigos este verano. Desde Toronto a Miami en coche. En Miami les esperaba mi casa vacía, porque nosotros estábamos en España. Un plan perfecto para finalizar una aventura entre amigos, si no fuera por la sorpresa que encontraron al llegar...
La una de la madrugada, por fin están en Miami. Agotados, supongo, suben las maletas con la intención de encontrar una casa preparada para ellos (así fue como lo dejé).
Al abrir la puerta les sorprende la terraza de par en par. Algo extrañados, ponen el aire acondicionado a tope, la cierran y recorren la casa con la intención de repartir las camas. Pero, sorprendentemente una de ellas ya estaba ocupada…
Así es, en la cama de mi querido Currito, dormía a pierna suelta un señor, acompañado de sus bolsas de plástico, su olor a pies y su sudor. El señor se sobresalta al oír los gritos de Paquita, y flipando con la pillada que le acaban de hacer, trata de defenderse alegando que es amigo de la señora que limpia en la casa, que por favor no llamen a seguridad, que son honrados, que les buscamos la ruina…
Debo explicar que, antes de ir a España dejé la llave de casa a Filomena para que regara las plantas, y dejara la casa recogida cuando Paquita y sus amigos se fueran. Filomena es una señora dominicana que trabaja limpiando apartamentos en el edificio. No era la primera vez que le dejaba la llave y tampoco era la primera que le daba tal confianza. De hecho, trabajaba en 30 apartamentos del edificio.

El señor que ocupó la cama de Currito era el primo de Filomena, según ella. La casa estaba absolutamente ocupada por los dos. Había cacerolas y comida en la cocina, toallas y jabones que nosotros no usamos, plantas, ropa…
Paquita llamó a seguridad y se lo llevaron, pero sorprendentemente Filomena apareció a los 10 minutos (fijo que dormía en otro apartamento, las distancias en Miami no te permiten estar en 10 minutos en ningún sitio). Trató de justificarse diciendo que yo le había autorizado a usar mi casa en caso de emergencia.
 ¡Ja! ¿Se puede tener más morro?

- Filomena, dame las llaves de casa y lárgate de aquí que a mi no me tienes que dar explicaciones – le dijo Paquita con la chulería que le caracteriza.

Filomena se marchó para siempre. El edificio le ha prohibido la entrada y en caso de tener que hacerlo debe ser escoltada por alguien de seguridad. Se ha quedado sin trabajo, y yo que soy medio boba me quedo con pena por ella...
Paquita y sus amigos, tuvieron un final del viaje digno de película.