A Teresa la llevan a pasear al parque donde suelo ir con los cachorros. Algunos días charlamos porque siempre tiene alguna historia increíble que contar. Esta es la que me contó ayer:
He
vivido en Uruguay, en Alemania, en Camerún, en Afganistán, y en otro país más que
no recuerdo. Uno dónde me querían hacer comer arroz en todas las comidas.
Mi
marido, además de ser un sinvergüenza era diplomático. Gracias a eso, viajé por
todo el mundo.
Ahora,
que soy viuda y vieja, se empeñan en hacerme comer verduras, pescado y fruta.
Eso ya lo comí cuando tenía que crecer. Ahora me niego. Como sólo lo que me
gusta: helado y whisky.
Voy
en silla de ruedas. Mejor dicho, me llevan en silla de ruedas. Yo no quiero ir
a ningún lado pero mis hijos se empeñan en que me lleven a pasear personas que
no conozco. Mis hijos dicen que ellos están muy ocupados.
Ya no
tengo nada más que ver. Ya está todo visto, menos una cosa.
Quiero
ver a mi nieto bailar. Es bailarín. Bailarín de ballet clásico.
Viene
a verme y es el único que no me quita el whisky y me deja encender algún cigarrillo.
No quiero tener que pedir permiso para hacer las cosas que me gustan. Él me
entiende porque, durante un tiempo le pasó lo mismo.
Cuando empezó a bailar, me reí de él. Para mí, el ballet era cosa de mujeres, trataba de convencerle para que hiciera algo diferente, pero lo único que conseguía era apartarlo de mi lado.
Cuando empezó a bailar, me reí de él. Para mí, el ballet era cosa de mujeres, trataba de convencerle para que hiciera algo diferente, pero lo único que conseguía era apartarlo de mi lado.
Me
enseñó algo que no he aprendido en ninguna parte del mundo. Me enseñó a mirar
desde el corazón. Sé que la teoría todos la conocemos, pero cuando me explicó
que su vida si bailar no tenía sentido, me quedé sin palabras. Me di cuenta
de que, aunque mi cabeza no recuerde en que países ha vivido, ni el nombre de
la persona que me saca a pasear, si que recuerda que la pasión mueve el mundo.
Que cuando quieres algo de verdad da igual lo que piense el resto. El ignorante
y el cobarde se reirán de ti, pero eso no te tiene que importar. Mi nieto es
afortunado por sentir pasión, es afortunado por saber mirar desde su corazón y
reconocer lo que quiere y lo que le hace feliz.
Yo
nunca sentí pasión por mi profesión, pero esa es otra historia.
Ayer Teresa estaba nerviosa porque por fin una amiga la iba a llevar al ballet para
ver bailar a su nieto. La esperaba un asiento en primera fila para no perderse
nada. Después se tomará un whisky y dará algunas caladas a un cigarro que encenderá su nieto.